Una Oportunidad
El pasado 12 de enero, hubo un cambio de mando presidencial en Guatemala, del cual no estuvimos ajenos a escuchar elogios y críticas por el rol asumido pues las expectativas puestas en este nuevo gobierno son altas, ya que el sentir es que de una vez por todas Guatemala “cambie” en todo sentido.
Mucho se ha hablado sobre ¿Qué hará el presidente? ¿Cómo lo hará? ¿Está preparado?, dejando una clara manifestación que la mira de un pueblo de 13 millones de habitantes enfocan su mirar en una persona, siendo espectadores del cambio tan esperado, lo cual no debe ser así.
Guatemala ha sido golpeada por la inseguridad, la corrupción y la pobreza, entre otros flagelos, los cuales no son nuevos para el gobierno entrante y su ofrecimiento es combatirlos. Durante mucho tiempo nos hemos mostrado indiferentes ante estos flagelos con el pasar del tiempo, pero se ha acabado, pues en menos de un año, hemos visto como un pueblo unido desvaneció las vendas que nuestros padres mantuvieron por mucho tiempo al mostrarse ajenos a su realidad, al estar de pie, erguidos y gritando con fervor y esperanza en las plazas del país diciendo: ¡No queremos más de lo mismo! Pues ya no somos los mismos. Ésta generación ha entendido que no es suficiente señalar, publicar, colorear o declamar el mejor de los discursos por amor a la patria, ni tampoco golpearnos en el pecho mientras cantamos el himno nacional. Es necesario ser partícipes y agentes de ese cambio iniciando desde lo más cercano a nuestra vida. Siendo justos y correctos tanto público como en privado.
Siempre me ha llamado la atención la frase que hemos utilizado en darle la confianza a los funcionarios públicos con un: “Démosle el beneficio de la duda”, como si la duda fuera sinónimo de confianza, quedando expectantes que el actuar del funcionario será perfecto, intachable, visto como una clase de superhéroe o dios, olvidando que son humanos y dentro de un marco de honorabilidad, existirán malas decisiones o errores, esto sin justificar las malas acciones cometidas fuera de la ley las cuales han tenido sus consecuencias ante un pueblo intolerante.
Es necesario que los guatemaltecos además de dar el beneficio de la duda a cualquier funcionario público, demos el apoyo a la nación, no a un gobierno, es dar nuestro servicio y actuar respetando la ley, pues Guatemala es una, y es la que tenemos para heredar.
La oportunidad más grande la tiene el guatemalteco, el pueblo, en quién radica el poder, es quien decide quien lo gobierna y quien no, y esas mismas decisiones son las que nos deben guiar a realizar buenas acciones siempre en función de trabajar por el cambio. En el 2015 fuimos testigos que Guatemala está unida, sintiéndonos orgullosos de ello ante el mundo, pero que esa “chispa” continué cada día de nuestra vida en todo momento, respetando el derecho ajeno, siendo justos con el prójimo y velando por un estricto cumplimiento de la ley para gobernantes como gobernados.
El político británico, Winston Churchill dijo: “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”. Pienso que el guatemalteco se merece lo mejor, y lo mejor empieza por el guatemalteco. ¡No indiferentes, no tolerantes, siempre participantes!